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Story Publication logo October 16, 2022

What Can Argentina Teach the World About Inflation? (Spanish)

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A dog walker walks 20 dogs at once. The wall behind her is painted with dollar signs.
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Inflation!

For an argentine, 8-9% inflation is not a big deal. Our latest estimates suggest this year’s will be...

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Imagen por Irina Werning. Argentina, 2022.

The following is an English summary of this story, "¿Qué Puede Enseñar Argentina al Mundo Sobre la Inflación?" After the summary is the full story, written in Spanish for El País.

The people of Argentina are so used to living with constant price increases—this year the CPI is already up 83% annually—that they have developed numerous strategies to try to cope. Irina Werning, a winner of this year's World Press Photo contest, shows in this photo essay the consequences of inflation on the daily functioning of society. The piece was produced in collaboration with the Pulitzer Center.


Los habitantes de Argentina están tan acostumbrados a vivir con constantes aumentos de precios —este año el alza del IPC es ya del 83% interanual— que han desarrollado numerosas estrategias para intentar hacerle frente. Irina Werning, ganadora del World Press Photo este año, muestra en este ensayo fotográfico las consecuencias que tiene la inflación en el funcionamiento diario de la sociedad. El trabajo ha sido producido en colaboración con el Centro Pulitzer.


Imagen por Irina Werning. Argentina, 2022.

1. Desigualdad. La fotografía muestra una de las villas miseria de Buenos Aires y los rascacielos de uno de los barrios más lujosos. Dos mundos separados por pocos metros. Werning, quien es economista además de fotógrafa, subraya que la inflación es un impuesto regresivo para los pobres. “A largo plazo genera pobreza y desigualdad. El rico se hace más rico porque puede comprar dólares, criptomonedas, sacar la plata afuera, aumentar los alquileres si tiene propiedades… Pero la gente pobre no tiene herramientas para protegerse y termina pagando precios más altos porque no tiene movilidad para ir a comprar a un mayorista, no le sobra plata para comprar varios productos iguales si ve un descuento ni puede pagar en cuotas con tarjeta”.


Imagen por Irina Werning. Argentina, 2022.

2. Cambio de hábitos de consumo. La inflación obliga a cambiar los hábitos de consumo debido a la imposibilidad de mantener el mismo nivel de vida si se pierde poder adquisitivo y los bienes y servicios se encarecen. En la imagen se ve a un padre que viaja con sus dos hijos en bicicleta, una opción que gana adeptos frente al automóvil a raíz de la fuerte subida del precio del combustible y la huelga de las plantas de neumáticos.


Imagen por Irina Werning. Argentina, 2022.

3. Desconfianza en los precios. Dos amigas de Werning se sorprenden al ver la cuenta de un supermercado de la capital argentina. Acostumbrados a convivir con la alta inflación, los argentinos comparan precios en numerosos comercios antes de decidirse a comprar. “Es muy ineficiente tener que ir a cinco negocios distintos por baterías, pero es inevitable para sortear lo que se pueda la inflación”, señala la fotógrafa. Otra estrategia es buscar los descuentos que ofrecen los supermercados, que varían según el día de la semana y la tarjeta de crédito que se use. “Falta información para consumir bien porque no sabes si al final el descuento está bien o si te estás c------”, agrega.


Imagen por Irina Werning. Argentina, 2022.

4. Reducción de tamaño. “¡No estás loco!, ¡los productos se encogen!”, titula Werning esta imagen que desnuda una de las prácticas de las empresas argentinas para ganarle a la inflación y no perder margen de ganancias. En vez de subir los precios, a menudo optan por achicar el tamaño de los productos a la venta o de bajar la calidad de los mismos. “Los grupos de consumidores lo critican mucho porque es un cambio de precio sin informar y que no está a la vista del consumidor, lo que les impide tomar una buena decisión”.


Imagen por Irina Werning. Argentina, 2022.

5. Desnudos frente a la inflación. Hoy en día, en Argentina valen más las monedas por el metal que como medio de pago y es más barato decorar una pared con billetes de diez pesos, los de menor circulación (inferiores a siete céntimos de dólar), que con vinilo. “Cinco metros con billetes cuestan 5.100 pesos, frente a los 6.500 pesos que cuesta la misma superficie en vinilo”, señala la fotógrafa. El hombre que empapela la habitación es su marido y lleva el pantalón caído para mostrar que la inflación deja desnudos a los argentinos.


Imagen por Irina Werning. Argentina, 2022.

6. Pluriempleo o horas extras. Muchos argentinos tienen más de un empleo o necesitan hacer horas extra para llegar a fin de mes. Es el caso de Romina, una de las paseadoras de perros de Buenos Aires. Este año tuvo que sumar dos perros más a los 12 que ya sacaba cada día a pasear para conservar sus ingresos. “Romina me dijo que no podía subir el precio del servicio al mismo ritmo que la inflación porque perdía clientes, algo que pasa con muchos servicios”, detalla Werning. Lleva un arnés para protegerse la espalda, pero aún así es consciente de que el tironeo de tantos animales supone un gran desgaste físico y se está capacitando para ser peluquera canina.


Imagen por Irina Werning. Argentina, 2022.

7. El aumento del precio de los alimentos, de las facturas de electricidad y gas y de los salarios hacen que cada vez se necesite más dinero para que el negocio de la restauración sea rentable. Los restaurantes y bares de Argentina tienen que ser muy creativos para sobrevivir en un entorno donde los precios cambian mes a mes —a veces semana a semana— y los pagos a los proveedores son a 30 o 60 días. Los dueños dedican mucho tiempo en pensar estrategias para combatir la inflación en vez de dedicarlas a mejorar el servicio que ofrecen.


Imagen por Irina Werning. Argentina, 2022.

8. Sin precio. Cuando hay devaluaciones bruscas, como la que ocurrió tras la renuncia de Martín Guzmán como ministro de Economía en julio, la economía se paraliza por unos días: hay negocios que prefieren cerrar en vez de abrir porque no saben a qué precio vender los productos. Los comerciantes están acostumbrados a subir los precios con mucha frecuencia, por lo que utilizan pizarras de tiza o sistemas que permiten una actualización rápida, como el de esta tienda de productos de belleza para uñas.


Imagen por Irina Werning. Argentina, 2022.

9. Un dólar, un peso; un dólar, 335 pesos En la década de los noventa, el presidente Carlos Menem impuso un sistema de convertibilidad que ató el valor de la moneda local a la divisa estadounidense. Durante casi una década, por un dólar te daban un peso y la inflación dejó de ser un problema hasta finales de 2001, cuando el sistema saltó por los aires y provocó una de las crisis más grandes de la historia reciente de Argentina, la conocida como crisis del corralito. Desde entonces, el peso se ha depreciado sin parar. El récord se alcanzó en julio, cuando para comprar un dólar fueron necesarios 335 pesos en el mercado paralelo o blue. “Se generó mucho rechazo hacia los noventa porque tuvimos una crisis terrible, pero, por otro lado, ¿quién no extraña la estabilidad?”, responde Werning al ser consultada sobre la nostalgia con la que parte de la población evoca esos años en los que la fortaleza del peso les permitió viajar al extranjero y comprar numerosos bienes importados.


Imagen por Irina Werning. Argentina, 2022.

10. Sindicatos poderosos. La inflación crónica en Argentina obliga a renegociar los salarios de forma permanente. Los sindicatos están a cargo de esas negociaciones colectivas, llamadas paritarias, y también de los seguros médicos, lo que les da un poder muy superior al de otros países. En la imagen se puede ver a Lara, vendedora de una tienda de artículos de maquillaje y delegada gremial. En la foto posa con todo su salario más algunos extras. Estos ladrillos de efectivo son comunes en un país donde cuatro de cada diez personas trabaja en la economía informal y donde persiste una enorme desconfianza hacia los bancos tras el corralito de 2001. El billete de mayor denominación es de mil pesos, que equivale a poco más de tres dólares en el mercado paralelo. “Con ese billete a duras penas puedes comprar dos paquetes de papel higiénico o un menú infantil de McDonalds. Pero el Gobierno no quiere emitir uno más grande porque supone admitir que hay mucha inflación y el de mil ya no vale nada”, dice Werning.


Imagen por Irina Werning. Argentina, 2022.

11. Estoqueo. Una de las estrategias más comunes de los argentinos frente a la inflación es lo que se conoce como estoqueo: comprar el máximo número posible de bienes no perecederos cuando aparece una promoción y almacenarlos en casa o donde se pueda. En la imagen, Sara, amiga de Werning, está fotografiada junto a ocho botes del mismo champú. “Tengo champú suficiente para un año y medio, pero todo lo que no tiene fecha de caducidad lo estoqueo. Vivo buscando descuentos todo el tiempo”, le dijo Sara.


Imagen por Irina Werning. Argentina, 2022.

12. Desabastecimiento. Cuando hay una promoción o en el caso de productos incluidos en la lista estatal de “precios cuidados”, los supermercados suelen racionar las unidades que se pueden comprar. “Máximo dos botellas de aceite”, “Máximo dos paquetes de harina”, se lee a menudo por los pasillos. A veces, sin embargo, hay desabastecimiento y algunas góndolas quedan vacías, como la que se ve en esta fotografía. “Con la inflación sos más pobre, pero estás desaforadamente tratando de consumir más para ahorrar”, dice Werning sobre una de las contradicciones que provoca vivir en un país donde todo se encarece sin parar.


Imagen por Irina Werning. Argentina, 2022.

13. “Le dan a la maquinita” La última imagen muestra una máquina de imprimir billetes de la Casa de la Moneda de Argentina. Las numerosas bancarrotas e impagos en los que ha incurrido el país —sin ir muy lejos, en marzo de este año firmaron una restructuración de deuda de 44.000 millones de dólares con el FMI— hacen que tenga casi nulo acceso a créditos internacionales y se vea obligado a financiarse sólo con emisión monetaria, lo que dispara la inflación. Los argentinos lo llaman popularmente “darle a la maquinita”.

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