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Historia Publication logo Noviembre 25, 2021

El Ganado Acorrala a la Amazonía

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In Colombia, authorities have mostly focused on the small-scale actors behind illegal deforestation...

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A cow looks out between two wooden planks

Desde 2016 la población vacuna que circunda a los parques nacionales colombianos La Macarena, Cordillera los Picachos, Tinigua y Serranía del Chiribiquete se ha más que duplicado. Los ganaderos quebrantan así la ecología de reserva que protege la selva más importante del planeta. ¿Por qué y cómo se han podido apropiar los particulares de tierras públicas reservadas?


El número de vacas que pastan en los bordes –y a veces al interior – de varios parques nacionales naturales en Meta y Caquetá y que protegen la ecología de la Amazonía colombiana está aumentando año año, desde 2016, cuando las guerrillas de las FARC firmaron un acuerdo de paz y dejaron de ser el poder armado de la región.

El número de vacas sin permiso para pastar pasó de 80.719 en 2016 a 194.808 en 2020 --un crecimiento de 141 por ciento– en veredas colindantes con zonas de reserva forestal y parques nacionales naturales y regionales, o que incluso tienen territorios dentro de estas áreas protegidas. Así lo revelan ciclos de vacunación comparables en registros oficiales de los últimos cinco años.

Este hallazgo se hizo tomando el registro que hacen los vacunadores que se encargan de inmunizar a toda la población vacuna y bufalina contra la fiebre aftosa, en el que se consignan los predios y se proporciona su ubicación en las veredas. Ellos inmunizan dos veces al año y cada ciclo, por supuesto, suele reflejar distintas poblaciones porque el ganado está en constante movimiento (de la finca al lugar de matadero, de una finca a otra). Por eso para calcular el cambio de un año a otro, comparamos el primer ciclo de cada año.

Como lo muestra este mapa en casi todos los bordes de los parques nacionales Macarena, Tinigua, Cordillera Picachos, Serranía de la Macarena y Chiribiquete donde hay ganadería considerable, hay deforestación. En la frontera noroccidental del Chiribiquete, declarado por Unesco patrimonio natural de la humanidad, el vertiginoso crecimiento del número de vacas han ido de la mano de la deforestación más reciente y rápida. En veredas que colindan por el norte con el parque de la Macarena, donde se aprecia la mayor vacunación de la zona –más de seis mil vacas vacunadas en un solo ciclo – no se aprecia deforestación, lo cual suena contradictorio porque aquí una vaca requiere una hectárea de potrero para pastorear. Una explicación sería que el ganado realmente está pastando parque adentro, a donde sí se ve una gran deforestación, pero es llevado a vacunar a las veredas contiguas. No obstante, no lo compabamos en terreno.

(Este mapa recoge la deforestación acumulada en los cuatro parques y sus alrededores desde 2016 hasta 2020, según ha sido registrada por el Ministerio de Medio Ambiente de Colombia y la cruza con las cifras máximas de todos los ciclos de vacunación en cada vereda, desde 2016, proveniente del Instituto Colombiano Agropercuario. El análisis de los datos y el mapa han sido realizado por Rigoberto Carvajal de CLIP, con la asesoría técnica de Liliana Duica, Cristian Salas de la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible (FCDS).

Es decir, frente a 2016, en 2020, había 114.089 vacas nuevas. En la Amazonía, según cálculos de los mismos ganaderos, cada vaca necesita en promedio una hectárea de pastizal, y cada potrero de pasto se traza tumbando selva. Entre 2016 y 2020, en la Amazonía se destruyeron 560.000 hectáreas de bosques, según el IDEAM, la entidad del sector ambiental que monitorea la deforestación en todo el país. Los departamentos de Caquetá y Meta fueronlos dos más afectados con un área deforestada en este período de 364.893 hectáreas (o el 65% del total nacional).

El aumento de ganado en proximidades de los parques nacionales fue especialmente importante entre 2016 y 2017, aunque la expansión ha sido constante año a año.

Esta investigación periodística del medio digital colombiano 360-grados.co y el Centro Latinoamericano de Investigación Periodística (CLIP), con el apoyo técnico de la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible (FCDS) y la Red de Investigaciones de los Bosques Tropicales (RIN) del Pulitzer Center for Crisis Reporting, consiguió y analizó las bases de datos de vacunación contra la fiebre aftosa del Instituto Colombiano Agropecuario (ICA) de esa región en el sur del país. Además, este equipo, contrastó los hallazgos que sugieren los datos con reportería en terreno.

El análisis de los datos, obtenidos a través de un derecho de petición 360-grados.co al ICA, muestra que el mayor incremento en el número de vacas vacunadas se ha dado en en los alrededores de cuatro parques: La Macarena, con 43.553 vacas más vacunadas en 2020 en comparación con 2016; Cordillera Los Picachos, con 23.194; Tinigua, con 22.068; y Chibiriquete con 15.345. Los tres primeros están en la transición entre la Amazonia y la cordillera andina, mientras el último está en la selva amazónica.

Como se aprecia en los gráficos abajo, la mayor presión la sufrió el parque Tinigua en donde la ganadería aumentó en un 470 por ciento. En este parque, según cálculos de IDEAM, se deforestaron 22.700 hectáreas entre 2018 y 2019.

En el mapa se puede observar, año a año, cómo crece la deforestación en esta región de parques naturales y cómo la expansión ganadera va cercando estas valiosas reservas. Es de anotar que no se aprecia que haya habido un aumento en la pérdida de cobertura boscosa en el parque La Cordillera Los Picachos en los últimos cuatro años, porque éste ya había sufrido una gran deforestación en años anteriores cuando la ganadería se expandió considerablemente. Estos parques son corredores ecológicos indispensables entre la Amazonía y el sistema de cordilleras del centro del país.

(Este mapa muestra la evolución de la deforestación acumulada por hectáreas entre 2016 y 2020 en los parques naturales Tinigua, Sierra de la Macarena, Chibiriquete y Cordillera de Picachos de Meta y Caquetá, según Ministerio de Medio Ambiente de Colombia. El análisis de los datos y el mapa han sido realizados por Rigoberto Carvajal de CLIP, con la asesoría técnica de Liliana Duica, Cristian Salas de FCDS).

Le sigue el parque Chibiriquete, que fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2018 por su riqueza ecológica, histórica, arqueológica y cultural, con un crecimiento en el hato ganadero vacunado allí de 244 por ciento. En veredas colindantes al Parque Nacional Sierra de la Macarena se vacunaron 121 por ciento más vacas y en las del parque regional Cordillera Los Picachos -creado en 2018 como primera área protegida regional en la Amazonia colombiana- un poco más del doble. En este último parque se había establecido un hato ganadero considerable desde hacía años. Por eso aunque tiene una gran población vacuna, no se ve un aumento de la deforestación entre 2016 y 2020, pues ya se había deforestado desde antes.

En algunos de estos parques, la deforestación coincide con el incremento de la actividad ganadera, que se haacentuado en los municipios de San Vicente del Caguán, Cartagena del Chairá, Puerto Rico, Solano, La Macarena, Belén de los Andaquíes y San José del Fragua, todos colindantes o que hacen parte de los parques nacionales naturales de Tinigua, Chiribiquete o Sierra de la Macarena.

La irrupción reciente de colonos en zonas selvática o de amortiguación a la Amazonía para desarrollar fincas ganaderas y agroindustria está interrumpiendo la continuidad de ecosistemas entre los parques de Chibiriquete y Tinigua, con consecuencias que pueden ser negativas para la supervivencia de las especies que albergan.

El biólogo Nicola Clerici de la Universidad del Rosario, quien ha estudiado el impacto de la deforestación en estos ecosistemas, asegura que hay una gran variedad de daños, pero cree que lo peor está pasando en la pérdida de servicios ecosistémicos y de biodiversidad: “Están alterando los flujos génicos. En este caso no es solo es la pérdida del hábitat, sino de sus conexiones con otros ecosistemas. También es importante la presión sobre eventuales poblaciones indígenas presentes en esos territorios”, dijo Clerici en entrevista con este equipo periodístico.

La expansión de la ganadería hacia la Amazónica selvática no es la única causa de la deforestación, pero si una fuerza crecientemente destructiva de esta ecología vital. Según el IDEAM, al ritmo que va la deforestación, para el 2020 a la Amazonía colombiana le quedaban 40 millones de hectáreas de selva, que son el 68 por ciento de todos los bosques del país.

La expansión de las actividades económicas, como la ganadería, los cultivos de uso ilícito, el tráfico de madera ilegalmente extraida, la minería ilegal, y la apropiación ilegal –y a veces violenta – de tierras de la Nación o de comunidades indígenas ponen en riesgo este pulmón del planeta.

Este gráfico muestra la relación entre la deforestación anual en hectáreas acumulada y el registro de vacunación en las veredas vecinas a los cuatro parques naturales analizados. Se puede navegar vereda por vereda y apreciar las tendencias.

(El análisis de los datos y el gráfico ha sido realizado por Rigoberto Carvajal de CLIP, con la asesoría técnica de Liliana Duica, Cristian Salas de FCDS).

La ganadería es uno de los mayores factores de deforestación de la Amazonía en Colombia.

Parque la Macarena

Llama la atención lo que ocurre al sur del Parque Nacional de La Macarena, en donde la deforestación se ha incrementado en cinco veredas y también la vacunación, que miden 45.000 hectáreas (casi del tamaño del área urbana de Bogotá). Entre ellas están Caño Indio, Tres Chorros (no tenía ganado en 2016 y en 2020 registró 1.636cabezas), El Diamante (pasó de 319 a 1.116), La Catalina (de 646 a 2.355) y Las Esmeraldas (de 721 a 2.441).

En este gráfico se aprecia cómo desde 2016 aumentaron los registros de vacunación en las veredas vecinas a los parques naturales de Chibiriquete, Macarena y Tinigua, los más amenazados con el avance de la deforestación en el último quinquenio.

(El análisis de los datos y el gráfico ha sido realizado por Rigoberto Carvajal de CLIP, con la asesoría técnica de Liliana Duica, Cristian Salas de FCDS).

Es de resaltar que la vereda Nueva Colombia, que tenía 130 vacas en 2016 y pasó a 1.258, para un aumento de 867 por ciento. Y veredas como Tres Chorros, La Borrascosa, Caño San José y La Esmeralda que no reportaron vacas vacunadas en 2016, a partir de 2017 empezaron a registrarlas. Estas tres veredas, en donde se tumbarong árboles para hacer potreros, suman 10.954 hectáreas, un área de tamaño similar a la que ocupa la ciudad de Sincelejo, la capital del departamento de Sucre al norte del país.

“Con la salida de las FARC, nativos y ‘caqueteños’ han tumbado monte y hoy hay hatos de 1.000 cabezas”, dijo a este equipo periodístico una fuente que trabaja con las comunidades de esa región, añadiendo que hay miedo a hablar del tema porque “en diciembre pasado fue asesinado Francisco Javier Parra, funcionario de Cormacarena, por denunciar a los deforestadores”. Cormacarena es la Corporación Autónoma Regional de la Macarena, encargada de vigilar el medio ambiente en esa región.

Según un reportaje de Mongabay Latam, antes de matarlo, actores armados no identificados vetaron la presencia de funcionarios de las autoridades ambientales en diferentes zonas del parque La Macarena. Estos funcionarios estaban vigilando incendios controlados provocados por personas que buscan tumbar el bosque para hacer potreros. Parra había sido amenazado cuando quiso detener una de estas quemas, que puso en peligro la selva aledaña a Caño Cristales, el famoso río de cinco colores –por sus poblaciones de la endémica planta acuática Macarenia clavigera-que atraviesa la Serranía de la Macarena.

Estos gráficos muestran el número de hectáreas deforestadas acumuladas en los parques naturales de Tinigua, Serranía del Chibiriquete, La Macarena y Cordillera de Picachos entre 2016 y 2020. Tinigua presenta el daño acumulado mayor, con casi el doble de cobertura boscosa destruida que el parque de La Macarena que le sigue en deforestación. Desde la firma de los acuerdos de paz en 2016, la deforestación en zonas que eran de influencia y control de las FARC creció exponencialmente. 

(El análisis de los datos y el gráfico han sido realizados por Rigoberto Carvajal de CLIP, con la asesoría técnica de Liliana Duica, Cristian Salas de FCDS).

Un corredor entre los parques de Cordillera y Tinigua

Entre los parques nacionales de Cordillera los Pichachos y Tinigua, en territorio del municipio de La Uribe, en Meta, famoso porque fue epicentro del poder de las guerrillas FARC que firmaron la paz en noviembre de 2016, ha aparecido en los útimos años un corredor de deforestación. Tiene 70 mil hectáreas, un área más grande que la que ocupa hoy Cali, la tercera ciudad del país y cubre cuatro veredas en las que fueron registradas 10.467 vacas vacunadas en 2020: La Espalda, La Belleza, La Primavera y Tierra Adentro.

Acá se puede ver la correlación estadística entre los datos de deforestación y los registros de vacunación contra la aftosa en cada una de las veredas analizadas. En las veredas de Camuya y Ciudad Yarí (ambas en el borde norte del parque Serranía del Chiribiquete) es donde el crecimiento del número de vacas vacunadas ha crecido más claramente a la par con la expansión de la deforestación. Esto es preocupante, dado que estas veredas en donde la selva era virgen, le abren paso a la deforestación en el propio Chiribiquete. 

(El análisis de los datos y el gráfico ha sido realizado por Rigoberto Carvajal de CLIP, con la asesoría técnica de Liliana Duica, Cristian Salas de FCDS).

Allí la deforestación se ha extendido al mismo ritmo de los pasos gigantes de la expansión ganadera. En esta última vereda el hato ganadero registrado creció poco más que un 2.000 por ciento.    

Ese corredor, explica el funcionario, empezó con la construcción de una carretera que hicieron las guerrillas en tiempos de conflicto armado, pues abrió un frente de colonización. “Ahora, con la paz muchos han retornado, desplazados y han llegado compradores, con la ventaja que una hectárea de tierra puede costar 10 o 20 millones de pesos”, dijo. 

“Son tierras muy buenas, que están sobre la falda de la cordillera, bañadas por los ríos Duda y Guayabero, con una calidad de producción altísima”, dijo a esta alianza el alcalde de La Uribe, Marcelino Chacón, y añade la buena noticia de que tras la firma del acuerdo de paz y sin el “control” a la deforestación, los campesinos dejaron de sembrar coca para pasarse a la ganadería y la agricultura y lo que ha traído prosperidad económica en la zona. 

Aún así, es, sin embargo, escéptico del cuadro que pintan las cifras de vacunación y dice que pueden estar sobredimensionadas. Está convencido de que la ganadería podría ser más rentable y eficiente, pero que desafortunadamente hay una cultura de “una vaca por hectárea”. Eso la convierte en una ganadería extensiva, a diferencia de un modelo de producción intensivo en donde las vacas convivan –en un modelo silvopastoril- con árboles, como recomiendan los estudios científicos para mitigar las emisiones de gases de metano de las vacas que aceleran el cambio climático.

La mala noticia que da el alcalde Chacón es que desde que las guerrillas salieron ya nadie “controla” que no se tumben árboles. Su gobierno municipal quiere contribuir a desarrollar una ganadería más sostenible y de ahí que en 2020 presentó un proyecto por 16.000 millones de pesos para 150 familias campesinas ante el Órgano Colegiado de Administración y Decisión regional, OCAD, que son los encargados de tramitar las iniciativas financiadas por el sistema de regalías en las regiones. Chacón asegura que esta iniciativa solo está pendiente del visto bueno del ministerio de Agricultura para ser aprobada.

El gráfico muestra como en 2020, quizás por la pandemia, la deforestación cayó o se detuvo en casi todos los parques. La caída más dramática la tuvo el Tinigua, pero parte de la explicación puede ser que cómo ya se ha deforestado tanto, ya no queden mucho más bosque qué destruir. Preocupa, en cambio, que en la veredas que bordean al parque de la Serranía del Chiribiquete la deforestación se ha doblado.

(El análisis de los datos y el gráfico ha sido realizado por Rigoberto Carvajal de CLIP, con la asesoría técnica de Liliana Duica, Cristian Salas de FCDS).

Tras la salida de las FARC de sus santuarios históricos, como este paraje en San Vicente del Caguán, colonos han entrado a tumbar bosque y meter ganado.

La deforestación en el Tinigua

En el parque Tinigua, en nueve veredas contiguas, que ocupan una extensión de 52 mil hectáreas (un poco más que toda el área urbana de Bogotá que es de 45.000 hectáreas, la capital colombiana), el IDEAM ha medido una gran deforestación: entre 2018 y 2019 calculó que se talaron 17.000 hectáreas de bosques. Allí mismo, la cifra de vacunación, muestran un crecimiento vertiginoso del hato ganadero. 

Allí la vereda que muestra el mayor crecimiento de vacunación es El Paraíso, que pasó de 124 vacas vacunadas a más de 2600. Y en veredas que no habían registrado vacunación de vacas en 2016, como La Dorada, Aires del Meta, Atlántida y Aires del Perdido, se reportaron en 2020 más de mil y hasta más de dos mil vacas vacunadas. 

Una parte de este gráfico analítico revela cuáles fueron las veredas de la región de los parques de Meta y Caquetá donde más se deforestó en cada año.  En 2016, la que acumuló la mayor deforestación fue La Primavera (810 hectáreas), pero en los siguientes años Ciudad Yarí (2674) y Camuya(2384 hectáreas), al borde noroccidental del parque del Chiribiquete han sufrido la mayor destrucción de bosque. 

La segunda parte del análisis muestra las veredas con mayor vacunación en un ciclo (de los dos anuales), es decir las que tienen la mayor número de cabezas de ganado. Entre 2017, 2018 y 2020 era Balsillas (5187, 7878 y 8641 reses cada año) la que registró más vacas, pero luego, en 2019 y 2020, El Triunfo (6077 y 6036) y Ciudad Yari (8315 y 8352, al borde del Chiribiquete) fueron las de la mayor población vacuna. Este análisis revela que hay una relación entre los datos de vacunación (que indican actividad ganadera) y tasas de deforestación en veredas colindantes con parques naturales. En la medida en que se alejan del eje central muestran mayores cambios.

(El análisis de los datos y el gráfico ha sido realizado por Rigoberto Carvajal de CLIP, con la asesoría técnica deLiliana Duica, Cristian Salas de FCDS).

El Chiribiquete, patrimonio natural de la humanidad

En el majestuoso Parque Nacional Sierra de Chiribiquete, prácticamente virgen hasta 2016, hoy tres veredas, todas ubicadas en el municipio de San Vicente del Caguán –donde se llevaron el fracasado diálogo de paz entre las FARC y el gobierno hace más de veinte años – más que cuadruplicaron su ganado. Las veredas con presencia de ganado y evidencias de deforestación, suman 150 mil hectáreas, un área mayor que la superficie de Ciudad de México. 

Así, por ejemplo, Ciudad Yarí pasó de vacunar 2388 vacas a 8352 en los años entre 2016 y 2020. Explica el asesor de la Gobernación del Caquetá, César Quimbay, que esta es una sabana de transición entre llanos y selva amazónica, y allí terratenientes y campesinos han ido reemplazando los pastos naturales por pastizales sembrados para alimentar el ganado. “Hay fincas como en otras veredas, pero también hatos de mil hectáreas”, cuenta.  

Al seleccionar las 20 veredas colindantes con los parques naturales analizados a donde ha habido la mayor deforestación acumulada desde 2016, queda ratificada la evidencia de la veloz destrucción de la cobertura boscosa original en las Sabanas del Yarí, y cómo esta amenaza, en particular, al parque natural Chibiriquete. 

(El análisis de los datos y el gráfico ha sido realizado por Rigoberto Carvajal de CLIP, con la asesoría técnica de Liliana Duica, Cristian Salas de FCDS).

Hay evidencia que tras la deforestación aumentó el registro de vacunación en zonas colindantes con parques naturales de la Amazonía.

Quimbay, al igual que el alcalde de La Uribe, coincide que fue la salida de las FARC de la región lo que ha llevado a que habitantes nativos y colonos forasteros hayan empezado a tumbar selva para hacerse a fincas ganaderas.

En este parque los datos de vacunación revelan que en otra vereda colindante al parque llamada Camuya, vacunaron en 2020 seis veces el ganado que habían inoculado en 2016, registrando 6.587 vacunaciones el año pasado.

La explicación de este crecimiento súbito está en que, en 2018, la Alcaldía de San Vicente del Caguán reconoció esta zona selvática como vereda. Esto les permitió a colonos registrar fincas y con ello desarrollar hatos ganaderos, explica Quimbay.

“El fenómeno es muy grave, la deforestación que se ha tenido es grande”, dijo a esta alianza periodística.

La vereda Yaguará II, donde vacunaron 406 vacas, cuando antes no se registró ninguna actividad ganadera, es en parte territorio del resguardo indígena Llanos del Yarí-Yaguará II de 136.000 hectáreas, que es habitado por familias de las etnias originarias pijao, piratapuyo y tucano. En los últimos años han llegado colonos a hacerse a tierras y a tumbar árboles, afectando así también los derechos de estas etnias, según explica Quimbay.

El 20 de septiembre pasado (2021), 53 indígenas de estas comunidades se desplazaron al pueblo de San Vicente del Caguán, y a las ciudades de Neiva y Bogotá. De acuerdo a reportes periodísticos del proyecto Tierra de Resistentes, en el que participa CLIP, sus habitantes denunciaron que personas armadas que quieren controlar sus territorios les habían “exigido conocer el censo de las personas que están dentro del territorio y de los que quisieran ingresar”. Contaron además que han destruido ya 2538 hectáreas de bosque virgen que colinda con el parque de Chibiriquete y que sus comunidades indígenas han querido proteger.

Hace tres años, una sentencia de la Corte Suprema de Justicia colombiana reconoció a la Amazonía como sujeto de derechos y ordenó a las autoridades implementar un plan para protegerla de la deforestación. Desde entonces, las autoridades municipales han suspendido la expedición de cartas que les permitían a los colonos registrar fincas ante las autoridades sanitarias. También están intentando poner el freno a negocios ganaderos.

Carlos Olaya, investigador de Dejusticia y parte del equipo que vigila el cumplimiento del fallo, confiesa que no sabe qué “tan eficaz ha sido la implementación de la sentencia", porque no cuentan con datos para analizar "el efecto que ha tenido en la tasa de deforestación”.

“Por los retrasos creemos que no se está cumpliendo (la sentencia)”, explica. “Cuatro órdenes son elaborar planes (ministerio, corporaciones autónomas y municipios) y están retrasados o no han sido aprobados, y la quinta ordena al gobierno ciertas acciones, la más importante es la operación militar Artemisa”. Dijo que aunque esta última sí se está implementando, pero les preocupa que han capturado sobre todos a campesinos y trabajadores, y, en cambio, “no han tocado a los responsables, a los capitales”.

La información que surge de la vacunación del ganado en esta región revela que la expansión del hato ganadero en los territorios de cuatro parques nacionales, o en sus alrededores, es una causa cierta de la deforestación de la Amazonía colombiana. No sólo hay vacas en territorios protegidos por su valor ecológico, sino que ya se identifican anchos corredores de deforestación, donde hay más ganando que nunca antes, quebrando así la comunicación indispensable para la supervivencia de las especies que habitan en los parques nacionales.

Si la deforestación de la Amazonía y sus motores continúa avanzando tan rápido como lo ha hecho en los últimos cinco años y, por el contrario, las instituciones encargadas de contener el fenómeno siguen actuando a paso lento, el daño puede ser irreparable. Urge identificar a los responsables tras la expansión ganadera, y establecer a qué frigoríficos proveen de carne. La gente podría así tener la certeza de que la cerne que compra en las ciudades no proviene de destruir el bosque amazónico.

Este análisis revela que hay una relación entre los datos de vacunación (que indican actividad ganadera) y tasas de deforestación en veredas colindantes con parques naturales. En la medida en que se alejan del eje central muestran mayores cambios. 

Por ejemplo, Ciudad Yarí, una vereda de San Vicente del Caguán vecina del parque Chibiriquete, que en 2018 tuvo una deforestación de 3122 hectáreas y una vacunación de 8068 reses, en 2020 talaron 2159 hectáreas y vacunaron 8352 vacas.

También, en la gráfica se pueden ver tres ejemplos de veredas vecinas al parque La Macarena. Uno  es el de la vereda El Diamante (en el extremo derecho), que en 2017 donde creció súbitamente la deforestación(123 hectáreas) y la vacunación(1.162 vacas).  Otro caso es el de la vereda Los Alpes, en el centro arriba, que dobló su población de vacas vacunadas, pasó de 1097 a 2055, mientras que, entre 2017 y 2018, tuvo su mayor deforestación con 297 hectáreas, se multiplicó por 4.3 comparada con la que tuvo el año anterior cuando se tumbaron 68 hectáreas.  Y la vereda La Atlántida, en el centro a la derecha, en donde en 2018 se deforestaron 1101 hectáreas y se registró la vacunación de 1094 vacas.

(El análisis de los datos y el gráfico ha sido realizado por Rigoberto Carvajal de CLIP, con la asesoría técnica de Liliana Duica, Cristian Salas de FCDS).

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