An English summary of this report is below. The original report, published in Spanish for Ojo Público, follows.
Peru is the world leader in alpaca fiber production. Each year, the country exports close to USD $200 million in these products, under a business system led by the Michell and Inca Tops corporations.
However, in the first link of this millionaire productive chain are the alpaqueros, families who have long lived in high Andean areas, where agriculture is unviable due to climatic conditions, and who earn nearly USD $20 per year for the shearing of each of their alpacas.
Their precarious pay is being affected by the intense frosts and droughts that kill more and more of their animals each year and have worsen due to climate change.
El Perú es el líder mundial en producción de fibra de alpaca. Cada año, el país exporta cerca de USD 200 millones en estos productos, bajo un sistema de negocio liderado por las corporaciones Michell e Inca Tops. Sin embargo, en el primer eslabón de esta millonaria cadena productiva están los alpaqueros, familias que viven en zonas altoandinas, donde la agricultura es inviable por las condiciones climáticas, y que obtienen apenas USD 20 anuales por la esquila de cada uno de sus animales. Sus precarias ganancias se están viendo afectadas por las intensas heladas y sequías que, cada año, matan a un mayor número de sus animales.
En la Quinta Avenida de Nueva York, en Manhattan, Estados Unidos, la icónica tienda Bergdorf Goodman exhibe abrigos, chaquetas y faldas cotizadas entre USD 537 y USD 5.000, que pertenecen a marcas de lujo como la italiana Max Mara, la estadounidense Ralph Lauren, y la firma Miu Miu, del grupo Prada. Son prendas hechas con hilados de extrema suavidad y resistencia, los cuales se obtienen de alpacas criadas, principalmente, en las zonas altoandinas de Perú.
Este país posee el 87% de las alpacas que hay en el mundo, es decir, más de 4 millones de ejemplares, lo que le ha permitido mantenerse como el primer productor global de fibra, seguido de lejos por Bolivia y Australia, según datos del Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego (Midagri). Solo en 2022, el Perú facturó más de USD 187 millones por la exportación de fibra, tejidos, prendas y otros productos de alpaca, principalmente a Estados Unidos, Italia y China, mientras que en 2018 las ventas superaron los USD 202 millones.
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En el primer eslabón de esta millonaria cadena productiva se encuentran más de 82.000 criadores de la sierra sur y centro del país que mantienen la tradición ancestral de cuidar, alimentar y esquilar a estos animales. Sin embargo, las ganancias que reciben a cambio son mínimas: la fibra que obtienen de una alpaca les genera apenas USD 20 al año. Cada uno de sus animales solo les puede ofrecer 2,3 kilos de fibra de forma anual, y cada kilo se cotiza a la fecha en USD 8,7 (S/31,3) en el mercado local.
Los alpaqueros viven en comunidades que, en su mayoría, se caracterizan por sus condiciones de pobreza, donde la agricultura es inviable debido al frío extremo. En estas localidades, su principal actividad económica es la crianza de los camélidos, pero, cada año, se les hace menos rentable continuar con este trabajo, sobre todo por las sequías y heladas que están reduciendo la disponibilidad de agua y pastos naturales para sus animales.
La crisis altoandina: sin agua ni pastos para las alpacas
En mayo de 2022, las familias de las zonas altoandinas de Cusco soportaron temperaturas inusuales: los termómetros marcaron cifras bajo cero, pese a que la temporada de heladas debía iniciarse recién entre junio y julio. Este año, la escena volvió a repetirse. Aquí, a más de 4.000 metros sobre el nivel del mar, los animales amanecen con el pelaje cubierto de nieve y escarcha ante la falta de cobertizos que los protejan.
En comunidades como Pacchanta, Upisa y Pampacancha, ubicadas en Ocongate, uno de los distritos con mayor pobreza monetaria de la región, muchas crías mueren antes del parto o a las pocas semanas de nacidas debido a enfermedades como la neumonía. Algunos ejemplares adultos también fallecen por fiebre, infecciones o hambre, pues los pastos de los que se alimentan están congelados.
Juvenal Crispín es comunero de Pacchanta y cuenta que, en temporadas extremas como estas, cada familia alpaquera pierde más de tres crías. “Nosotros cuidamos entre 40, 80, 100 o 120 animales. Si se nos muere uno, imagínese la pérdida. El tiempo de gestación de una alpaca es de 11 meses, y solo pueden tener una cría por temporada. Tenemos que esperar que queden preñadas, que nazca la cría y que se haga adulto. Y, ya de adulto, solo se les puede esquilar una vez al año, en primavera”, explica.
"LOS ANIMALES AMANECEN CON EL PELAJE CUBIERTO DE NIEVE Y ESCARCHA ANTE LA FALTA DE COBERTIZOS QUE LOS PROTEJAN."
La esquila o retiro del vellón de las alpacas se realiza en los meses de octubre y noviembre, previo a la llegada de las lluvias, pues eso asegura que los animales cuenten con pasto fresco para que recuperen su energía. Esto no sucedió en el año 2022. Las mediciones históricas del Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología (Senamhi) muestran que esos meses fueron los más secos de la región andina en los últimos 58 años. No hubo suficiente agua para los pastizales.
Los alpaqueros explican que este fenómeno les obligó a suspender la esquila, para evitar el sufrimiento o muerte de sus animales por estrés térmico y hambre, sobre todo de los ejemplares que estaban en periodo de gestación. En temporadas de sequía, lo habitual es que los criadores roten sus rebaños a otras estancias de la comunidad en busca de pasto fresco, pero lo ocurrido fue tan extremo que no quedaban reservas.
La sequía en la sierra sur se acentuó por el fenómeno de La Niña y se prolongó durante los primeros meses de 2023, principalmente en Puno y Cusco, que ocupan el primer y segundo lugar, respectivamente, en la lista de productores de fibra de alpaca. El problema también alcanzó a las regiones de Arequipa, Huancavelica, Apurímac y Ayacucho, que fueron declaradas en emergencia por el Estado.
“La sierra central y sur evidenciaron muerte de animales y un incremento en la incidencia de enfermedades en la población pecuaria, debido a la escasez de alimento (forraje) y agua”, confirmó el Senamhi en un informe técnico de mayo pasado. Según la entidad, en los próximos meses, El Niño costero y El Niño global podrían agudizar la escasez de lluvias en la sierra sur oriental.
Delmy Poma, presidenta del Centro de Estudios y Promoción del Desarrollo (Desco), explica que, en los últimos años, las zonas de crianza de alpacas han soportado intensas e inusuales precipitaciones y heladas, seguidas de largas temporadas de sequía. Este fenómeno impide que el suelo retenga el agua necesaria para el crecimiento de forraje y pastos naturales, por lo que los camélidos están perdiendo su fuente de alimentación.
“La producción de forraje no da para más. El cambio climático está reduciendo la cantidad de pastos, pero, al mismo tiempo, las familias buscan criar más alpacas para ampliar sus ingresos. Esto se suma a una menor disponibilidad de agua porque los bofedales [humedales que retienen agua y propician la vegetación] se están secando. Sin lluvias y sin glaciares estos ecosistemas, que son claves para la alimentación de las alpacas, desaparecerán”, dice Poma.
"EL NIÑO COSTERO Y EL NIÑO GLOBAL PODRÍAN AGUDIZAR LA ESCASEZ DE LLUVIAS EN LA SIERRA SUR ORIENTAL DE PERÚ".
Mary Quispe Rodríguez, presidenta de la Comunidad de Mujeres Andinas, una asociación que reúne a 32 artesanas que venden sus tejidos en el distrito de Chinchero, en Cusco, recuerda que la sequía que soportaron a fines de 2022 e inicios de 2023 fue muy dura: no había alimento para los animales ni fibra para hilar o vender.
“Cuando pensamos que ya había acabado, vino la lluvia, pero muy fuerte, con granizo. En mayo se adelantó de nuevo la nevada y malogró los pastos (...) Pedimos al Gobierno que nos ayude con medicamentos para las alpacas que se enferman, que nos capaciten en el uso de inyectables y que envíen más especialistas a las montañas para que nuestros animales no mueran”, dice.
En enero de este año, el Midagri lanzó el bono Recupérate Ya para apoyar a los criadores afectados por la sequía y la helada, que les permitía acceder a S/266 por cada alpaca, hasta un máximo de 12 ejemplares. Para los comuneros esta cifra es irrisoria, si se tiene en cuenta que el valor de una alpaca genéticamente mejorada, es decir, aquella que proviene de reproductores con fibras más finas, supera los S/20.000.
El impacto de la crisis climática en la fibra
Es por estos meses, entre mayo y julio, que el técnico municipal Juan Luna Quispe recorre las comunidades ubicadas al pie del nevado Ausangate, en Cusco. En su moto, lleva medicinas, vacunas y equipos de fumigación para proteger a las alpacas de enfermedades infecciosas y parasitarias.
Los criadores lo esperan desde antes que salga el sol para emprender juntos la caminata hasta sus corrales. Aunque Luna Quispe inicia su ruta de madrugada, las grandes distancias entre parcelas le impiden atender a más de cuatro familias hasta el mediodía. A esa hora, él debe volver a la municipalidad de Ocongate, donde realiza labores administrativas.
Luna Quispe también es alpaquero. Sin embargo, como ocurre con otras familias de la zona, no puede dedicarse exclusivamente a esta actividad porque las ganancias son insuficientes.
Los hombres de la comunidad buscan trabajos paralelos en áreas urbanas o turísticas, mientras que las mujeres se dedican al cuidado y pastoreo de los animales. Son ellas las que recorren las montañas acompañando al ganado, al mismo tiempo que van tejiendo los guantes y gorras de alpaca que, luego, venderán en los mercados de Cusco.
En la comunidad de Pacchanta una de las hilanderas de mayor experiencia es Ignacia Turpo Quispe. Ella trata de mantener la tradición enseñándole el arte textil a sus hijas, nietas y vecinas, pero cuenta que, cada año, son más los jóvenes que renuncian a ser alpaqueros o tejedores. La mayoría migra a las ciudades apenas acaba la escuela, con la esperanza de encontrar nuevas opciones de trabajo.
Su colega artesana Mary Quispe Rodríguez sostiene que ser alpaquero es rentable solo cuando se tiene más de 100 cabezas de ganado. Sin embargo, el 85% de la fibra que se comercializa y exporta en el país proviene de productores que poseen entre 20 y 100 ejemplares.
Estas familias cuidan con esmero a sus animales, pero pocas acceden a capacitaciones para mejorar sus técnicas de alimentación, reproducción, esquila y categorización de la fibra, factores que ayudan a incrementar la calidad y cantidad de la misma.
Según las hilanderas de la Comunidad de Mujeres Andinas de Chinchero, el vellón de mayor finura que se obtiene al año de una alpaca solo alcanza para confeccionar dos chompas o un abrigo. Este tipo de hebra —antes conocida como baby alpaca— es la que se utiliza en las prendas de vestir de exportación. El resto de la fibra que se esquila se mezcla con otros textiles y se destina a alfombras, peluches u otros usos.
Daniel Arestegui Otazu, gerente de la Asociación Internacional de la Alpaca (AIA) y de la Asociación Civil Alpaca del Perú (Ascalpe), que reúnen a organizaciones civiles y empresas exportadoras, recuerda que, hace más de dos décadas, la oferta de esta fibra fina era de un 8%, pero ahora es mayor al 30% porque los productores se esforzaron en elevar su calidad. Sin embargo, la crisis climática también es un factor que impacta en el vellón que comercializan los alpaqueros.
Arestegui Otazu explica que, durante las temporadas de heladas o de sequía, el camélido usa su energía para sobrevivir, por lo cual su fibra crece más lento o varía de grosor, reduciendo así su valor en el mercado. “Es urgente tomar medidas de adaptación al cambio climático para que los animales no pierdan energía en los periodos de escasez. Hay experiencias que podrían replicarse, como inversión en pastos cultivados o la introducción de especies mejoradas. El Estado debe intervenir”, señala el experto.
En 2022, el Midagri inició el Proyecto de mejoramiento de la cobertura de servicios para el incremento del valor genético de alpacas, en respuesta al pedido de organizaciones de criadores de Arequipa, Puno, Cusco, Huancavelica, Ayacucho, Pasco, Junín y Apurímac. El mismo tenía el objetivo de beneficiar a 20.000 de los más de 82.000 productores que existen. En el marco de ese proyecto, el Estado ha realizado campañas de capacitación a productores, pero de forma focalizada y sin un monitoreo o seguimiento posterior.
Luis Arce López, jefe de la Unidad de Articulación Territorial del Programa de Desarrollo Productivo Agrario Rural (Agro Rural), que depende del Midagri, explicó que, desde 2012, también existe el Plan multisectorial de heladas y friaje, para ayudar a los alpaqueros con medicinas, cobertizos y pastos cultivados para sus animales. Sin embargo, reconoce que no llegan a todos.
Para este 2023, Agrorural se planteó la entrega de 2.571 cobertizos en las zonas alpaqueras de mayor altitud, pero a la fecha se han entregado solo el 20%, pese a que las heladas ya llegaron a la sierra. Además, falta repartir el 7% de las 716 estructuras que se proyectaron para el año pasado. Arce López dice que parte de este retraso se debe a los procesos de selección de proveedores que incumplen los pedidos o requisitos.
“Solo en cobertizos hacen falta 78.089 unidades. Pero, con lo que entregaremos este año, reduciremos la cifra en un 16%. Nuestra labor es preventiva, y en respuesta al cambio climático. Por eso, también hemos entregado 17.810 kits veterinarios y kits de semillas de avena para que los productores siembren y reserven pastos en temporadas secas. Existe una gran brecha de atención en este sector, pero aquí debemos unirnos Estado, criadores y sector privado”, añadió.
Los dueños del mercado local: Michell e Incatops
La cadena de valor en el negocio alpaquero va, desde la crianza de estos animales hasta la exportación de hilados o prendas de vestir y de textiles para el hogar. En el centro, están los acopiadores e intermediarios, que compran la fibra a los pequeños productores, porque estos no cuentan con una razón social, facturas ni organización para venderla directamente a las empresas.
El receptor final son compañías que transforman la fibra o la comercializan, como Itessa, Anntarah, Clamasac, Coopecan, Lanas Macedo y otras. Pero los que lideran el mercado son los grupos Michell e Inca.
Ambos conglomerados peruanos han construido un modelo de negocio de integración vertical alrededor de la alpaca, el cual les permite estar presentes en casi todas las etapas de procesamiento de la fibra, desde la compra y venta, pasando por la clasificación, hilado, cardado o peinado, hasta su tejido y transformación en prendas o textiles.
Según los datos de Aduanas, entre 2018 y 2022, ambos grupos económicos facturaron el 56% de las exportaciones de productos de alpaca en Perú, al vender 20.438 toneladas por un valor de USD 515 millones, sin incluir costos de traslado, seguros y flete. Sus principales destinos fueron China, Italia y Noruega.
"EN 2022, PERÚ FACTURÓ MÁS DE USD 187 MILLONES POR LA EXPORTACIÓN DE FIBRA, TEJIDOS, PRENDAS Y OTROS PRODUCTOS DE ALPACA".
El Grupo Michell fue creado en 1931, en Arequipa, por el empresario inglés Frank Michell y, actualmente, tiene como presidente de directorio a su heredero Michael Michell Stafford. Desde el 26 de enero de 2023, se sumó como socia independiente Cayetana Aljovín Gazzani, exministra en el gobierno de Pedro Pablo Kuczynski, expresidenta de la Sociedad Nacional de Pesquería y actual directora de empresas financieras y de Latina Televisión.
La empresa opera bajo la razón social Michell & Cía S.A., y es dueña de las marcas Sol Alpaca, Patapampa Apparel, Michell Factory Outlet, Michell Tops e Hilados y MFH Knits, con puntos de ventas en Chile, Perú y Australia. Además del proyecto educativo Mirasol y el fundo de mejora genética Mallkini, ambos en Puno, y el centro turístico Mundo Alpaca, que también cuenta con locales retail.
En 2021, según sus estados financieros, la empresa registró ventas netas por S/458,6 millones dentro y fuera del país, es decir unos USD 117 millones. Solo en exportaciones de productos de alpaca Michell & Cía facturó USD 93,9 millones, principalmente por ventas a Estados Unidos.
En el marco de este reportaje, se solicitó una entrevista con algún vocero del grupo empresarial. Sin embargo, la gerencia de marketing declinó el pedido.
A diferencia de este, el Grupo Inca, propiedad de la familia Pathey, tiene múltiples ramas de negocios que incluye el sector inmobiliario, financiero, servicios y software. No obstante, su buque insignia es el sector textil, a través de Inca Tops S.A, que maneja la tienda de fibras Amano y la empresa de investigación genética Pacomarca; así como la firma Incalpaca TPX S.A y sus marcas Kuna, Andean, Incalpaca e Ikual. En 2021, solo Inca Tops S.A. facturó USD 52,7 millones en ventas, principalmente a China.
El resto de sus inversiones están en el sector agroindustrial, con la productora de paltas, espárragos y quinua Agroinca PPX; la fábrica de zumos Frutandina, y la comercializadora de cochinilla Kero PPX. En el sector hotelero, gastronómico y turístico es dueño de Colca Lodge, Colca Explorer, Amazonas Explorer, Pachamama Gourmet y los restaurantes Ekeko, La Catalina, Don Calletano y Cocina Central, que operan en Perú.
Como en el caso anterior, se contactó al grupo Inca a través de sus canales oficiales para solicitar una entrevista. Pero, hasta el cierre de edición, no hubo respuesta.
Ambos conglomerados han construido su imperio en base a una fibra de lujo que multiplica su valor en las etapas de procesamiento y comercialización. Aún cuando la prenda no lleve una marca de diseñador, el precio final es extremo respecto al costo del insumo: en las tiendas especializadas de Lima una chompa de la fibra más fina puede costar USD 200, mientras que un abrigo bordea los USD 540.
"PERÚ POSEE EL 87% DE LAS ALPACAS QUE HAY EN EL MUNDO: MÁS DE 4 MILLONES DE EJEMPLARES".
En cambio, la ganancia de una familia que cría 100 alpacas será, en el mejor de los casos, de USD 2.000 al año, pues en ese tiempo sus animales solo producen 230 kilos de fibra que se vende a S/7.199, si es de buena calidad. Es así que, mientras los alpaqueros reciben USD 8,7 (S/31,3) por kilo de vellón, la misma cantidad de hilo procesado se exporta a un mínimo de USD 33,5.
Zoilo Quispe Mayo, de 56 años, es uno de los alpaqueros de la zona altoandina de Ocongate que cría 120 ejemplares. Cuenta que mantener esta tradición —que es motivo de orgullo e importantes ingresos en exportación para el país— es una lucha solitaria.
Para ampliar su rebaño, Quispe Mayo debe invertir alrededor de S/3.000 en cada macho reproductor. Pero, si quiere elegir un ejemplar que le provea crías con fibra mejorada, este le costará, aproximadamente, S/20.000.
También tienen que adquirir medicamentos, forraje, alquiler de hectáreas con mejor dotación de agua o pagar por la construcción de canales para llevar este recurso hasta sus estancias en tiempos de sequía. A veces, dice, le es más rentable vender la carne por kilos que la misma fibra.
Arestegui Otazu, quien dirige asociaciones integradas por Michell e Inca Tops, considera que imponer un precio mayor a la materia prima solo encarecería el producto final. Según él, los costos de la industrialización se justifican porque las compañías exportadoras invierten en tecnología, pago de planillas y certificación de fundos que cumplen los requisitos de calidad, y que, por el contrario, el problema es el ineficiente sistema de crianza de los alpaqueros, con rebaños muy pequeños y con fibras no mejoradas.
“Es cierto que cuando los productores aglutinen su oferta podrán poner de rodillas a las empresas, pero no es que reciban poco. Tienen que ser más eficientes. El productor no puede pretender que el mercado le solucione el problema de tener solo 50 alpacas. En Australia, una persona maneja de 1.000 a 1.200 alpacas para que sea rentable. Es como decir que una tienda que solo vende 100 panes al día quiera ganar más vendiendo la misma cantidad a mayor precio”, dice.
No menciona que, en este caso, se trata de un producto de lujo, con el cual otros eslabones de la cadena están facturando importantes sumas de dinero. Tampoco que la materia prima son animales que mueren por condiciones climáticas que el alpaquero no puede controlar.
Roger Flores Quispe, presidente de la Convención Nacional del Agro Peruano (Conveagro) de Puno, considera que la Sociedad Peruana de Criadores de Alpacas y Llamas (SPAR) debería representarlos en todos los distritos y provincias, pero no funciona como un actor único.
Frente a este pedido, Vicente Huaman Huanca, presidente de SPAR en Ocongate, reconoce que las organizaciones alpaqueras necesitan mayor coordinación con sus bases regionales para negociar con las autoridades locales y el sector exportador.
“En algunos distritos sus dirigentes actúan por intereses personales (...) Si queremos romper el monopolio de Incatops y Michell el camino es organizarnos y tener planta procesadora de fibra para industrializar nuestros productos. Una planta grande, no como la de Corani”, añade Flores Quispe. Se refiere a la primera Planta de Procesamiento de Fibra de Alpaca que el Gobierno inauguró en 2022, en Puno, y que no recibe la cantidad de fibra esperada porque la cadena productiva sigue abasteciendo a las grandes empresas.
En Ocongate, más de 600 alpaqueros de 15 comunidades campesinas ya están enfrentando las heladas y granizo, previo a lo que el Senamhi estima será una temporada de mayor sequía por el fenómeno de El Niño, que les arrebatará a varios de sus animales.
Para ellos, esto significará la pérdida de parte de su inversión anual y una mayor precariedad en su modo de subsistencia. Pero las empresas, que dominan las diferentes etapas de esta cadena de lujo, continuarán sus negocios porque han logrado aglutinar la oferta de fibra de alpaca.