En una mañana nublada de abril, más de ochenta hombres y mujeres, vestidos con rompevientos rojos combinados, esperaban en ordenadas filas frente a la estación de tren en la ciudad de Kashgar, en Xinjiang, China.
Eran uigures, una de las minorías étnicas más grandes de China. Estaban de pie, con las maletas a sus costados, viendo la ceremonia de despedida organizada en su honor por el gobierno local. Un video del evento muestra a una mujer vestida con ropas tradicionales danzando en un escenario. En una pancarta se podía leer: “Promover El Empleo Masivo Y Construir Armonía Social”. Al final del video, las imágenes de los drones muestran a los trenes esperando para llevarse a los uigures.
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El evento fue parte de un vasto programa de transferencia de mano de obra dirigido por el estado chino, que envía a los uigures por todo el país y los pone a trabajar para las principales industrias. “Es una estrategia de control y asimilación”, dijo Adrian Zenz, antropólogo que estudia los casos de detención en Xinjiang. “Y está diseñado para eliminar la cultura uigur”.
El programa, a su vez, es parte de una agenda más amplia destinada a subyugar a un pueblo históricamente difícil de controlar. Los chinos Han son el grupo étnico dominante del país, pero más de la mitad de la población de Xinjiang, una región sin litoral en el noroeste de China, pertenece a minorías étnicas, en su mayoría uigures, pero también kirguís, tayikos, kazajos, huis y mongoles.
Los separatistas uigures se rebelaron a lo largo de los años noventa y bombardearon estaciones de policía en 2008 y 2014. En respuesta, China intensificó un amplio programa de persecución, bajo el cual las minorías musulmanas y otras minorías religiosas podían ser detenidas durante meses o años por actos como recitar un verso del Corán en un funeral o dejarse crecer la barba. El gobierno también ha realizado arrestos masivos de uigures y los ha colocado en campos de “reeducación”, donde a menudo son sometidos a torturas, palizas y esterilización forzada. En el apogeo de estos programas, entre uno y dos millones de uigures fueron detenidos en estos campos. El gobierno estadounidense ha descrito las acciones realizadas en Xinjiang como una forma de genocidio.
A principios del siglo XXI, China comenzó a transferir uigures fuera de la región como parte de un programa que más tarde se llamaría Ayuda Xinjiang. En 2014, el entonces secretario del Partido de la región señaló que el programa promovería el “pleno empleo” y la “interacción étnica, intercambio y mezcla”, pero las publicaciones académicas chinas lo han descrito como una forma de “romper” el “problema solidificado” de la sociedad uigur. El programa también proporciona mano de obra barata para las principales industrias de China, una necesidad que se agudizó en el sector de los mariscos durante la pandemia de COVID-19 cuando los confinamientos crearon escasez de mano de obra.
Entre 2014 y 2019, según las estadísticas del gobierno, las autoridades chinas reubicaron anualmente a más del diez por ciento de la población de Xinjiang, es decir, dos millones y medio de personas, a través de transferencias de mano de obra. El efecto fue enorme: entre 2017 y 2019, según el Gobierno chino, las tasas de natalidad en Xinjiang disminuyeron casi a la mitad. A los uigures transferidos se los puso a trabajar cosechando algodón, cavando en fábricas de polisilicio, y produciendo textiles y paneles solares. (Los funcionarios del Ministerio de Relaciones Exteriores de China no respondieron las consultas sobre el programa).
En 2021, el Congreso estadounidense a aprobó la Ley de Prevención del Trabajo Forzoso Uigur, que declaró que en todos los bienes producidos “total o parcialmente” por los trabajadores de Xinjiang o por las minorías étnicas de la provincia debe presumirse que se ha utilizado trabajo forzoso impuesto por el Estado y por lo tanto tienen prohibida la entrada a Estados Unidos. La ley ha dado resultados: en el último año, la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de los Estados Unidos ha incautado más de mil millones de dólares en bienes relacionados con Xinjiang, incluidos productos electrónicos, ropa y productos farmacéuticos.
Pero hasta ahora una industria ha logrado pasar inadvertida: la industria de los mariscos.
Estados Unidos importa aproximadamente el ochenta por ciento de sus mariscos, y China es el mayor proveedor. La mitad de los palitos de pescado que se sirven en las escuelas públicas estadounidenses se procesan en China. Pero la gran cantidad de transferencias entre barcos pesqueros, plantas de procesamiento y exportadores dificulta el rastreo del origen de los mariscos que se importan. Además, los periodistas extranjeros tienen generalmente prohibido informar libremente en Xinjiang, y los censores borran de la internet china todo contenido crítico y no oficial sobre la mano de obra uigur.
Para aprender más sobre lo que está sucediendo, The Outlaw Ocean Project ha llevado a cabo, durante los últimos cuatro años, una extensa investigación que proporciona un primer vistazo al poco conocido sistema de mano de obra forzosa uigur que brinda al mundo gran parte de sus mariscos. Para verificar la ubicación de las plantas de procesamiento que utilizan mano de obra uigur, los investigadores del proyecto revisaron cientos de boletines internos de las compañías, informes de noticias locales, una base de datos de testimonios uigures, datos comerciales y registros de teléfonos móviles y satelitales. Los investigadores también vieron miles de videos subidos a internet, principalmente a Douyin, la versión china de TikTok, y verificaron que las publicaciones se habían registrado inicialmente en Xinjiang. Además, pidieron a los especialistas que revisaran los idiomas utilizados en los videos y contrataron a investigadores para visitar algunas de las plantas.
Toda la evidencia disponible revisada por The Outlaw Ocean Project muestra una situación profundamente preocupante. “Este descubrimiento sobre los mariscos y el alcance del programa de transferencia de mano de obra”, dijo Sarah Teich, abogada que se ocupa de los problemas laborales uigures, “vincula los abusos a los uigures con los consumidores a nivel mundial”.
Las transferencias generalmente comienzan con alguien golpeando a la puerta. Un “equipo de trabajo de la aldea”, compuesto por funcionarios locales del Partido, ingresa a un hogar y comienza un “trabajo de conciencia” que implica instar a los uigures a unirse a programas gubernamentales, algunos de los cuales implican reubicaciones.
La narrativa oficial sugiere que los trabajadores uigures están agradecidos por las oportunidades de empleo, y algunos probablemente lo estén. Pero una directiva interna clasificada del Comando de Mantenimiento de la Estabilidad de la Prefectura de Kashgar, escrita en 2017, señala que las personas que se resistan a las transferencias de trabajo pueden ser detenidas. Adrian Zenz dijo que una mujer de Kashgar, que debía cuidar a dos niños pequeños, fue detenida por rechazar una asignación a una fábrica; otra mujer que también rechazó la transferencia fue encerrada por “falta de cooperación”.
Tras el proceso de reclutamiento, comienzan las asignaciones. En febrero de 2022, por ejemplo, miles de uigures hacían fila en un campo de detención en el sur de Xinjiang para una “feria de trabajo”. Un vídeo de un evento similar muestra a personas firmando contratos mientras son vigilados por personal uniformado del ejército. La mayoría de los traslados se realizan en tren o avión. El Grupo Xinjiang Zhongtai, un conglomerado parte de Fortune 500 que opera principalmente con productos químicos y textiles, recientemente organizó el traslado de 100.000 trabajadores a la prefectura de Hotan. (Zhongtai no respondió a las solicitudes de comentarios para este artículo.)
A veces, las transferencias están motivadas por demandas laborales. En marzo de 2020, el Grupo Chishan, una de las principales empresas de captura y procesamiento de productos del mar de China, publicó un boletín interno que describe la “enorme presión de producción” causada por la pandemia. Ese octubre, funcionarios del Partido del destacamento local antiterrorista de la oficina de seguridad pública y de la oficina de recursos humanos y seguridad social, a cargo de las transferencias de trabajo, se reunieron dos veces con los ejecutivos de la empresa para discutir cómo encontrar mano de obra adicional. Poco después, Chishan acordó acelerar las transferencias a sus plantas. Wang Shanqiang, el subgerente general de Chishan, dijo, en un boletín corporativo: “La compañía espera la llegada de trabajadores migrantes de Xinjiang”. (El Grupo Chishan no respondió a las solicitudes de comentarios.)
Dado que los uigures enviados a las fábricas son vigilados de cerca, una de las únicas maneras de echar un vistazo a sus vidas es a través de las imágenes y videos que publican en las redes sociales. Muchos se toman selfies en la costa cuando llegan por primera vez a Shandong. Xinjiang es el lugar más alejado del océano en el planeta.
Algunos publican tristes canciones uigures. Claro que podría tratarse simplemente de fragmentos de música nostálgica. Pero los investigadores han argumentado que también podrían funcionar como formas de transmitir crípticos mensajes de angustia que escaparían a la censura china. Los ejemplos abundan:
Un hombre uigur de mediana edad, camino al trabajo en una planta de mariscos de Shandong, se filmó sentado en una sala de embarque del aeropuerto en marzo de 2022 y publicó las imágenes de la canción Kitermenghu (“Debo partir”). La publicación se corta justo antes de una línea que cualquiera familiarizado con la canción conocería: “Ahora tenemos un enemigo, debes tener cuidado.”
Una mujer publicó un video en el que se pone una vincha de una compañía de mariscos mientras una voz en off dice: “¿Qué nos separa de nuestros padres y nuestro hogar, nos deja en una vida de arrepentimiento y atrae a todos a la esclavitud? Sí, el dinero”.
En una serie de fotos, se ven trabajadores empacando mariscos en cajas de cartón, mientras que una voz en off dice: “La mayor alegría en la vida es derrotar a un enemigo que es mucho más fuerte, y que te ha oprimido, discriminado y humillado”.
En algunos videos, los trabajadores expresan su descontento en términos ligeramente menos velados. Un video muestra a dos hombres uigures trabajando en una línea de embalaje de pescado.
“¿Cuánto te pagan por mes?”, pregunta uno
“Tres mil”, responde el otro.
“¿Cómo es posible, entonces, que no estés contento?”
“Porque no tengo otra opción”.
Las cadenas de suministro de mariscos son notoriamente difíciles de penetrar. Para detectar el trabajo forzoso, las empresas dependen de firmas que realizan “auditorías sociales”, en las que los inspectores visitan una fábrica para asegurarse de que cumpla con las normas laborales privadas.
Pero las auditorías sociales normalmente se anuncian con antelación, lo que permite a los gerentes ocultar a los trabajadores de la minoría étnica de Xinjiang durante las inspecciones. Es muy raro que los auditores tengan la oportunidad de entrevistar a estos trabajadores. Incluso cuando lo hacen, los trabajadores dudan de responder honestamente por temor a represalias. Tras analizar más de cuarenta mil auditorías de todo el mundo, Sarosh Kuruvilla, profesor de relaciones laborales en Cornell, descubrió que casi la mitad no eran confiables; “la herramienta no funciona”, dijo.
En mayo de 2022, auditores sociales de SGS, una de las principales firmas en el rubro, recorrieron la fábrica de Haibo, en Shandong, y no encontraron evidencia de trabajo forzoso en la planta. Pero la investigación de The Outlaw Ocean Project encontró que, en 2021, había más de ciento setenta personas de Xinjiang trabajando en Haibo. El mismo día en que los auditores realizaron la inspección, una joven trabajadora uigur publicó fotos cerca de los dormitorios y las plataformas de carga. (“Somos una empresa que cumple con la ley”, dijo un representante de la planta de Haibo a través de un correo electrónico. (Los representantes de Haidu no respondieron a las solicitudes de comentarios.)
Este no fue un fenómeno aislado. En su investigación, The Outlaw Ocean Project encontró otros ejemplos de uigures que publicaron fotos en fábricas a pocos días de que esas plantas fueran aprobadas por auditorías sociales. También encontró que la mitad de los exportadores chinos vinculados a mano de obra uigur había pasado auditorías de las principales empresas de inspección a nivel mundial.
Hay, incluso, empresas certificadas como “sostenibles”, que están implicadas. The Outlaw Ocean Project descubrió que todas las plantas de productos del mar que fueron investigadas utilizando trabajo forzoso en Xinjiang estaban certificadas por el Marine Stewardship Council. (Jo Miller, jefe de relaciones públicas de MSC, reconoció que la empresa depende de auditorías sociales, que tienen “limitaciones significativas”).
En su investigación, The Outlaw Ocean Project encontró que al menos diez grandes compañías de mariscos en China han utilizado al menos mil trabajadores uigures desde 2018. Durante ese tiempo, esas compañías enviaron más de cuarenta y siete mil toneladas de mariscos a Estados Unidos. Los mariscos de estas plantas fueron comprados por importadores estadounidenses y canadienses, entre ellos High Liner Foods. (Un portavoz de High Liner Foods dijo que la planta con la que trabajaba había sido sometida a una auditoría de terceros en septiembre de 2022).
Debido a que los mariscos pueden mezclarse en cada etapa del envío, es difícil hacer un seguimiento de un lote determinado. Las empresas estadounidenses que importaron de fábricas que utilizan mano de obra uigur enviaron sus productos a supermercados en todo el país, incluidos Walmart, Costco, Kroger y Albertsons, que se encuentran entre los principales comercios de comestibles por número de tiendas en EE. UU. (Un portavoz de Wal-Mart dijo que la compañía “espera que todos los proveedores cumplan con nuestros estándares y obligaciones contractuales, incluidos los relacionados con los derechos humanos”. (Un portavoz de Albertsons dijo que dejarían de comprar productos de mariscos de High Liner Foods. Costco y Kroger no respondieron a las solicitudes de comentarios.)
Los importadores también enviaron mariscos a Sysco, el gigante mundial de servicios de alimentos que, solo en EE. UU., abastece a más de cuatrocientos mil restaurantes. (Un portavoz de Sysco dijo que su proveedor, Yantai Sanko, había sido sometido a auditorías, y negó que alguna vez hubiera “recibido trabajadores bajo un programa de transferencia de mano de obra impuesto por el Estado”.)
Además, durante los últimos cinco años, el gobierno de Estados Unidos ha comprado más de doscientos millones de dólares en mariscos a importadores vinculados a mano de obra uigur para escuelas públicas, prisiones federales y bases militares. (Un portavoz del Departamento de Agricultura dijo que las agencias federales están obligadas a obtener productos de aguas estadounidenses, pero los grupos de control dicen que las exenciones implican que gran parte de los mariscos en realidad provienen de China).
Estados Unidos no es el único país que importa mariscos vinculados a la mano de obra de Xinjiang. The Outlaw Ocean Project también identificó las importaciones de mariscos vinculadas a la mano de obra de Xinjiang en más de 20 países.
Para hacer frente a esta situación en Estados Unidos, los expertos dicen que es necesario hacer ajustes al Programa Federal de Monitoreo de Importaciones de Mariscos. El programa, diseñado para detectar y combatir pesca ilegal, requiere que los importadores mantengan registros detallados de sus productos. Pero varias especies clave, como el calamar y el salmón, no están incluidas en el monitoreo, y el programa no fue diseñado para detectar el trabajo forzoso y otros abusos similares.
Judy Gearhart, del Centro de Investigación de Responsabilidad de la American University, argumenta que la ley detrás del programa debe ampliarse para obligar a las empresas en China y sus compradores estadounidenses a proporcionar información más detallada sobre los trabajadores en las plantas de procesamiento chinas. Hay expertos en la temática uigur, como Laura Murphy, que piden a las empresas que establezcan una diligencia debida más efectiva en materia de derechos humanos, diseñada para detectar el trabajo forzoso impuesto por el Estado en China. “Estados Unidos está rezagado cuando se trata de exigir a las empresas controles básicos para detectar el trabajo forzoso de Xinjiang y otras formas de explotación”, dijo Chloe Cranston de Anti-Slavery International.
Robert Stumberg, profesor de derecho en la Universidad de Georgetown, dijo que la ley sobre el trabajo uigur es “ciertamente poderosa” y que el gobierno de Estados Unidos ya la ha aplicado para paneles solares, autopartes, chips de computadora, aceite de palma, azúcar y tomates. Para Stumberg, el siguiente paso es una obviedad. “Los mariscos”, dice, “deberían ser los siguientes”.
Este reportaje fue realizado por The Outlaw Ocean Project, organización de periodismo sin ánimo de lucro con sede en Washington DC. Ian Urbina, Daniel Murphy, Joe Galvin, Maya Martin, Susan Ryan, Austin Brush y Jake Conley llevaron a cabo el trabajo de investigación y redacción. Este reportaje recibió el apoyo del Pulitzer Center.
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