En la esquina de una casa que parecería insignificante, ubicada en Santiago de Chile, un grupo de mujeres de 20 a 70 años se juntaron para instalar una placa mosaica. Era el 6 de marzo—dos días antes del Día Internacional de la Mujer. La placa representaba los retratos en blanco y negro de cinco de las 85 mujeres que se calcula que fueron detenidas en la casa y sometidas a actos de violencia sexual antes de ser ejecutadas por las fuerzas armadas chilenas entre 1974 y 1977.
Durante esos años, Chile estaba bajo la dictadura militar represiva de Augusto Pinochet, bajo la cual un aproximado de 40.000 personas fueron víctimas de violaciones a los derechos humanos. La casa en Santiago se llamó Venda Sexy durante ese periodo—un nombre grosero que se refiere a la violencia sexual que agentes de la policía secreta de Chile cometieron allí contra detenidas ilegales, en su mayoría mujeres.
Entre las mujeres que se juntaron en Venda Sexy el 6 de marzo estaba Beatriz Bataszew Contreras, de 66 años, una sobreviviente que ahora se describe como una “feminista autónoma.” Para ella y Victoria Aldunate—de 60 años, otra feminista autónoma y sobreviviente de tortura durante la dictadura—esa frase, usada frecuentemente y muy disputada, significa no pertenecer, recibir dinero de, ni colaborar con ningún partido político u organización vinculada al estado.
El 6 de marzo no fue la primera vez que Bataszew volvió a Venda Sexy. Ella y otras feministas autónomas han colocado memoriales fuera de la casa muchas veces, con la intención de reclamar que la casa sea declarada por el gobierno un sitio de memoria. Dice Bataszew, “Nosotras queríamos en este espacio reivindicar a las personas que fuimos victimizadas por el estado chileno,” y añade que esos memoriales siempre han sido desmontados por los dueños de la casa o los vecinos. Esta disputa es una manifestación concreta de la dificultad de conmemorar el pasado en estados postdictatoriales en que los responsables del terrorismo del estado no fueron debidamente juzgados, como Chile.
Además de conmemorar el pasado, feministas autónomas como Bataszew y Aldunate se organizan contra la violencia sexual y la desigualdad de género en el presente. De hecho, según unas investigaciones, las feministas autónomas tienen más capacidad de poner la igualdad de géneros al frente de la conciencia nacional e influir en las políticas públicas que los partidos políticos, agencias del estado, y organizaciones de derechos humanos de diferentes tipos. Al mantener una distancia del estado, las feministas autónomas pueden priorizar la igualdad de género en todas sus acciones sin hacer concesiones.
La palabra “autonomía” empezó a trascender en el feminismo latinoamericano durante la segunda ola del feminismo en los años 70 y 80. Muchas feministas durante ese periodo militaron en partidos políticos de izquierda, como el Partido Socialista. En consecuencia, otras feministas empezaron a cuestionar si las ideologías políticas como el socialismo verdaderamente priorizaban o trataban de resolver problemas de género. Las que sintieron que la militancia en los partidos políticos no priorizaba lo suficiente los problemas de las mujeres empezaron sus propios colectivos, independientes de los partidos políticos.
De 2004 hasta 2014, las feministas autónomas organizaron intervenciones callejeras, como las de Venda Sexy, cada mes para conmemorar a las mujeres que las fuerzas de Pinochet detuvieron ilegalmente, desaparecieron, asesinaron, y torturaron.
Ellas se encontraron con resistencia en cada evento. “Cada vez que reparamos [los memoriales], en pocos días, los destrozan,” dice Aldunate. En otras instancias, Carabineros (la policía nacional de Chile) apareció en las demostraciones, para hostigarlas.
Aunque son visibles esas formas de resistencia, Aldunate dice que “la mayoría de la resistencia es una resistencia del silencio.” Silencio en el sentido de no reconocer la violencia sexual y tortura cometidas por la dictadura y solo conmemorar a las mujeres que las fuerzas armadas desaparecieron o asesinaron. Ella lamenta que las personas afectadas que siguen vivas sean olvidadas. “[Los chilenos] llevan santos, pensando en la santidad de la muerte, pero nunca pensando en la importancia de la vida y la sobrevivencia,” dice. Aldunate estima que la resistencia compone menos que la mitad de los chilenos, no la mayoría.
Feministas autónomas como Bataszew y Aldunate también luchan contra la revictimización de las sobrevivientes de la dictadura. “Nosotras discrepamos que seamos miradas como ‘víctimas,’ como ‘pobrecitas,’” Bataszew dice. “Nosotras—las que luchamos contra la dictadura—teníamos visiones del mundo, teníamos proyectos políticos, queríamos cambiar radicalmente el sistema, no solo a Pinochet, por un sistema no capitalista.”
Por su parte, Bataszew empezó a militar en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) cuando tenía 17 años. Durante toda su vida, Bataszew ha sido una socialista y ha propuesto derrocar el sistema capitalista de Chile en favor de un sistema socialista. Aunque la revolución es más difícil que la reforma, Bataszew dice: “Yo no lucho por lo que podemos, yo lucho por lo que queremos.”
El activismo de Aldunate también empezó cuando era joven. Antes del golpe de estado en 1973, en la casa de sus padres hacían reuniones de los partidos políticos de izquierda, a través de las cuales Aldunate desarrolló su conciencia política. El día del golpe de estado, Aldunate tenía solo 11 años. Sus padres se exiliaron a Argentina, y ella se reunió con ellos allí un año después. En 1978, su familia volvió a Chile, donde Aldunate comenzó a militar en la Juventud Comunista, un grupo comunista de estudiantes. Cuando tenía 17 años, durante una manifestación callejera, la policía nacional de Chile detuvo y torturó a Aldunate. Después, Aldunate se exilió en Europa por muchos años antes de volver a Chile y ser feminista autónoma.
Hay feministas que no adoptan la definición de “autonomía” que usan Bataszew y Aldunate. Al final de los años 80, diferentes grupos feministas llegaron a distintas definiciones de “autonomía.” Unas feministas autónomas empezaron a colaborar con partidos políticos y agencias del estado, mientras que otras mantuvieron una independencia completa. Bataszew y Aldunate marcan 1990—el año de la transición a la democracia de Chile—como el año que se separaron de otras organizaciones de derechos humanos para militar en sus propios colectivos.
Bettina Priotti, de 74 años, es otra feminista autónoma de La Plata, Argentina, que define la autonomía como “poder funcionar sin condicionamientos externos.” Priotti cree que las organizaciones feministas pueden colaborar con el estado mientras mantengan su autonomía. En realidad, Priotti trabajó por unos años en la Comisión Provincial por la Memoria—una organización pública pero autárquica bajo el gobierno de la provincia de Buenos Aires.
Lo que tienen en común Priotti, Bataszew, y Aldunate es que su activismo alcanza al pasado y al presente. “Esta historia no es pasado. Esta historia es presente,” Bataszew dice sobre la violencia sexual cometida por las fuerzas armadas chilenas, que continúa hoy en día. Sobre cómo Bataszew y otras feministas autónomas quieren que esa historia sea recordada, dice Bataszew: “No queremos una memoria neutral. Queremos una memoria rebelde.”